¿Podemos cambiar las cosas desde nuestras aulas?
Ponemos el trabajo presentado por Inma Gordillo del Foro por Otra Escuela (IRES - Sevilla) para el encuentro de la Red IRES 2013.
¿Podemos cambiar las cosas desde nuestras aulas?
Inma Gordillo- Foro por otra Escuela-RedIRES- Sevilla
En nuestro centro ubicado en un barrio de Sevilla con un nivel socioeconómico medio-bajo a bajo y que ha sido especialmente azotado por la crisis, el equipo del ciclo de educación infantil empezamos a detectar que en numerosas familias la crisis económica estaba acentuando otros problemas sociales, afectivos y de convivencia ya existentes en las familias de nuestro alumnado (Violencia de género, abusos, abandono a la familia, alcoholismo, familias desestructuradas, droga,….) y cómo repercute de manera contundente en nuestras aulas. La tristeza estaba presente en todas las clases y nosotras, las maestras no lo podíamos obviar. Pensando en adultos puede ser normal, pero evidentemente no es tan normal en niños y niñas de estas edades.
Ante esta situación nos preguntamos ¿Podemos cambiar las cosas desde nuestras aulas? Cómo intervenir con nuestro alumnado para crear un espacio adecuado y un ambiente escolar en el que ellos se sientan seguros y puedan construir buenas relaciones afectivas para, de alguna manera compensar las carencias de casa. Nuestro objetivo era que la felicidad y la alegría imperaran en el día a día de nuestras aulas; que durante las cinco horas que permanecen en el centro dejaran a un lado la tristeza. Porque la diversión y el aprendizaje deben ir de la mano, sin alegría no hay aprendizaje; además, en la vida, todos buscamos el amor y la alegría y queríamos aulas llenas de vida. Pero también queríamos crear un clima de aprendizaje para nosotras las maestras, porque ellos aprenden del proceso vivido y no tanto de lo que creemos que logramos enseñarles y porque nosotras, como seres sociales, necesitamos sentirnos bien para poder desarrollar nuestra labor docente. Así que decidimos dejar a un lado el currículo y centrarnos en nuestros alumnos: sus necesidades e intereses, en sus emociones, pero sin ocultar las nuestras.
La mochila emocional
A veces me he preguntado si “entrar” en la escuela no implica un “salir” de la vida de todos los días, sobre todo de la vida que traen con ellos y en ellos (yo le llamo la “mochila emocional”). Está claro que no, la “mochila emocional” viene siempre con ellos y, por supuesto también con nosotras, por lo que debemos tenerlas presente. Como dice Angélica Olvera (creadora de la Pedagogía Sistémica con el enfoque de Hellinger aplicado a la educación): “en el aula no solamente entran los alumnos, también el papá, la mamá… lo que les dicen, lo que no les dicen, los mandatos, las raíces, los vínculos…”. Esto nos posibilita a las maestras mirar a nuestro alumnado vinculado a los sistemas familiares, sociales, culturales e históricos a los que pertenece, y cómo ello influye y está en la base de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero ¿cómo abordar toda esa complejidad cultural?
“Es necesaria una “educación con co-razón” porque lo emotivo, el sentir humano más íntimo y profundo, está ignorado…” “En las escuelas hay mucha más “cabeza” que “corazón”, mucha más “mente” que “cuerpo”, mucha más “ciencia” que “arte”, mucho más “trabajo” que “vida”, muchos más “ejercicios” que “experiencias”… mucha más pesadumbre y aburrimiento que alegría y entusiasmo.” José María Toro.
Teníamos pues, que acoger a los alumnos como personas enteras, con sus experiencias vitales que por sencillas o complicadas que fueran, siempre son una posibilidad de expresión, con entidad suficiente para ser abordadas desde nuestras aulas.
Comenzamos teniendo en cuenta que nuestros niños y niñas eran, en primer lugar, seres emocionales. La educación de las emociones es esencial para lograr el equilibrio personal y el adecuado ambiente escolar que pretendíamos, por lo que se trataba de ayudarles a aprender a reconocerlas, nombrarlas, expresarlas y practicar las actitudes necesarias para construir unas buenas relaciones afectivas interpersonales y grupales. Todo ello lo veníamos trabajando a través de las asambleas, dramatizaciones y cuentos… que ayudan a objetivar los conflictos, aportan diversas soluciones, y utilizan el diálogo razonado para una convivencia más justa y feliz.
Fuera miedos.
También intentamos acercarnos a ellos a través de sus miedos con el objetivo de infundirles confianza y seguridad, transmitirles afecto y, en definitiva, hacer que se sintieran mejor. El miedo se convirtió así en el primer trimestre en un centro de interés sobre el que estuvimos trabajando. Les pedimos a las familias que prepararan en casa con ellos “La caja de mis miedos” y cada uno fue contándonos y viendo cómo compartía sus miedos con los demás.
También hicieron una encuesta a sus padres para conocer sus miedos.
Nos escuchamos por dentro.
Pero con todo esto yo sentía que era insuficiente y necesitaba crear un momento de encuentro del grupo para sentir y escucharnos, ESCUCHARNOS por dentro y así fue como surgió recuperar las sesiones de Reiki que descubrí accidentalmente el curso pasado para hacer después un poco de meditación.
Como todas las crisis sirven para crecer y como se suele decir, sirven para agudizar el ingenio, en el curso pasado, con mi grupo de 5 años, vivimos una situación excepcionalmente conflictiva con la incorporación a mediados de curso de una alumna, que nos hizo crecer a todos. Aunque había estado escolarizada desde los tres años no estaba acostumbrada a estar en la asamblea y para que permaneciera sentada, yo me sentaba en el suelo con ella entre mis piernas mientras le daba masajes tranquilizadores en la cabeza y espalda tipo Reiki de manera que se relajara y escuchara, o al menos, respetara el momento de asamblea. Más adelante, cuando en un momento de relajación a la vuelta del recreo Lucía tuvo un momento explosivo me tiré al suelo con ella para calmarla. En esos momentos, siempre sentía que desatendía al resto del grupo, así que invité a todos que se sentaran por parejas como nosotras para hacer lo mismo. Fue así como descubrimos el Reiki y lo especial que había sido este tipo de relajación. En pareja, empezamos dando un abrazo al que tenemos delante, luego le cerramos los ojitos, despacito con mucho cariño; a continuación acariciamos las mejillas, suave, luego la cabeza, el cuello, hombros y brazos. Después intercambiaban roles, el que está detrás pasa delante para recibir el masaje y finalizamos pegando la oreja en la espalda del compañero para escuchar su respiración y su corazón. Aquel conflicto se convirtió en palabras de J.M. Toro en un acontecimiento “cuando un gesto o acción es habitado por un hacer consciente y amoroso, se transforma en acontecimiento. Todo acontecimiento… educa y hace crecer…nos transforma”.
De manera que decidí empezar a realizar pequeñas meditaciones adecuadas para mis niños y niñas de tres con el fin de contribuir a crear ese espacio y ese momento para encontrarnos libremente y escucharnos por dentro.
Una vez que hemos terminado enciendo un cono de incienso y una velita, les doy para que huelan ¿huele rico? Y a continuación formamos un “Círculo mágico”, todos en corro sentados estilo indio, de la mano, ojos cerrados, la vela en el centro y música de relajación, muy suave; todos unidos a través de las manos de nuestro compañeros. Entonces les leo un pequeño cuento del libro de Maureen Garth “Luz de estrellas. Meditaciones para niños y niñas I”. Se trata de unos innovadores temas de meditación, simples visualizaciones para leer a los niños para enseñarles a tranquilizarse solos, además de desarrollar la imaginación y estimular la creatividad.(FOTO)
Los piratas han respondido bien y les gusta realizar la meditación porque los cuentos están redactados con un estilo atractivo para estas edades, de manera cálida y personal invitando a la relajación, a la concentración, para desarrollar sus capacidades intelectuales y artísticas y para disfrutar de un tranquilo y reparador descanso. Aunque a algunos les cuesta un poco, se mantiene el “círculo mágico” hasta el final de la meditación y son capaces de cuidar esa parte mágica, ayudados por supuesto por el incienso y la velita que forman parte de nuestro ritual. Al finalizar les pregunto como se sienten o si les ha gustado o les pregunto si han visualizado lo que íbamos contando. Hay de todo, pero en ningún momento ni ningún niño o niña ha respondido negativamente, sino como algo que viven de manera muy agradable, como si fuera un secreto que compartimos los piratas y nos une a todo el grupo. Entonces nos damos un beso en las manos al niño o niña que tenemos a cada lado y damos por finalizada la sesión.
Para que no esté triste.
Claro que siempre te planteas si sirve y para qué sirven estos momentos; o si contribuyen a conseguir nuestro objetivo inicial que la felicidad y la alegría imperaran en el día a día de nuestras aulas. La respuesta la encontré un día en el que sucedió otro ACONTECIMIENTO.
Un día de los numerosos lluviosos que hemos tenido este curso y que nos tenía especialmente removidos en el cole con los problemas familiares sucedió la MAGIA que nos confirmó el beneficio de estas pequeñas meditaciones. Estábamos en la asamblea de aula cuando llegó la seño de 5 años solicitando ayuda para un alumno del que estaba preocupada por su tristeza. Como todas, recurrimos a nuestras compañeras cuando necesitamos ayuda, ya nos había visitado la seño de 4 años preocupada por otro caso similar. El pequeño se quedó en la clase y le pregunté si quería contarme lo que le preocupaba. Entre lágrimas, me contó su miedo porque la policía se llevara a su padre, había estado en casa a raíz de una pelea con su madre, los dos con síntomas de embriaguez; también se preocupaba por su hermana que tenía una herida que no cuidaban sus padres. Esto es resumido y sin detalles, la enorme carga que llevaba en su “mochila emocional”. El caso es bastante duro y triste y, por supuesto, las emociones fluyen, los dos lloramos y le pregunto si se siente mejor después de haberlo contado y me confirma que sí. Los piratas siguen esperando para continuar la asamblea. Como Junior se siente mejor le invito a compartirlo con los piratas. Decide que quiere compartirlo con ellos y les cuenta. Ellos le tranquilizan y le dan besitos “para que no esté triste”. Ya ha pasado el tiempo de la asamblea, continuamos el trabajo iniciado y aprovechamos que está el “experto” de 5 años para que nos ayude y hacer que se sienta mejor. Nadie ha hablado con los piratas, pero todo el tiempo han permanecido en la asamblea, dejando tiempo y espacio para nuestro invitado como intuyendo que era importante para él y que necesitaba ese encuentro.
La mañana se sucede a partir de ese momento rutinariamente en los rincones. En la hora del recreo, compartimos las maestras lo sucedido y de qué manera intervenir, hablar con la familia… pero estamos agotadas y para no volver a la clase así propongo hacer una sesión de Reiki y meditación con todos (somos 3 aulas de 3,4 y 5 años, las otras tres están de excursión). Siempre he considerado interesante crear espacios y tiempos en la escuela para trabajar con diferentes agrupamientos al grupo clase; espacios compartidos, para el encuentro con los demás y para que nadie se pueda sentir solo y este era el momento adecuado, lo necesitábamos niños y niñas y maestras. Como éramos muchos nos fuimos al salón de actos, preparé la música, el incienso y la velita. Aprovechamos para que los piratas explicaran a los demás en qué consistía el Reiki y cómo tenían que ponerse y al ver que funcionó y estaban relajados les invitamos a continuación a formar el círculo para la meditación, todos unidos por las manos. El cuento que leí (seleccionado al azar) hablaba de ir al árbol de los problemas para dejarlos allí y marcharnos a un precioso jardín. Al finalizar la meditación, que increíblemente habíamos realizado todo el grupo (unos 60 niños) comprobamos que estaban relajados pues permanecieron sentados sin necesidad de pedírselo y aprovechamos para preguntar cómo se habían sentido y si les había gustado. Fue en ese momento cuando después de varios niños y niñas expresar lo que más les había gustado, cuando el niño de 5 años que nos había visitado, pidió la palabra y explicó “Me ha gustado mucho porque he ido al árbol de los problemas y he dejado mis problemas y me siento mejor”, esas fueron sus palabras. La emoción que sentimos las compañeras y yo en ese momento fue indescriptible. Nuestra sesión de meditación había contribuido a eliminar o al menos, disminuir la angustia y favorecer el bienestar de nuestro pequeño.
A partir de ese momento los piratas hemos continuado con nuestras meditaciones con la seguridad que contribuyen a la formación de un nuevo tipo de persona, cuya base es la felicidad y la aceptación; recrea una nueva forma de relación interpersonal y grupal, que plantea un futuro social más humano, en cooperación, solidaridad y tolerancia. Pueden descubrir lo que traen dentro para ofrecer y así florecer sus capacidades, de esta manera aprenden a conocerse mejor y, en definitiva, a ser más felices.