La universidad que queremos


Niko - Posted on 15 February 2012

Tribuna en El Correo de Andalucía de  la Plataforma por una Universidad Pública, Democrática y de Calidad 

La universidad de Sevilla se encuentra en campaña para la elección de rector y es, por tanto, un momento relevante para la presentación de alternativas. La universidad ejerce su función a través de la educación, la investigación y la extensión universitaria. La cuestión que planteamos es: ¿Desde qué modelo de relación entre universidad y sociedad han de entenderse estas tareas? Nadie discute que la universidad ha de estar al servicio de la sociedad. Sin embargo, ¿a qué intereses sociales debe servir?

La Unesco llama a la universidad a corregir los problemas económicos y socioambientales y plantea una profunda reforma para construir una universidad mejor para un mundo mejor. Sin embargo, las reformas que se aplican hoy en esta institución están orientadas por las necesidades del mercado, a través de los mismos procedimientos y objetivos que lideran la globalización neoliberal, y que vienen provocando la crisis que padecemos. Este modelo mercantil no debería presidir las relaciones de la universidad consigo misma y con la sociedad.

En línea con lo que marca la Unesco, proponemos una universidad basada en los siguientes principios:

1. Comprometida socialmente. La universidad que queremos se define por el compromiso con el bien común y la justicia social. Esto implica transformar sus planes de estudio, sus líneas de investigación y el modo como se relaciona con los problemas sociales, para hacer visibles las injusticias y sus causas, y desarrollar la capacidad de promover un mundo mejor.

2. Radicalmente pública. Nunca ha sido tan evidente que la ambición privada no forma parte de las soluciones sino de los problemas. La crisis económica es la parte más visible de un funcionamiento social enfermo. La universidad ha de ser pública al menos en estos aspectos: ha de contar con financiación suficiente que le permita no venderse al mejor postor para su subsistencia; ha de estar al servicio de lo público, lo que se define por su compromiso social; ha de ser laica, puesto que no está guiada por ningún credo, sino por el conocimiento; y ha de rendir cuentas a la sociedad.

3. Profundamente democrática. En democracia, las instituciones han de tener un funcionamiento ejemplar. La universidad mantiene aún dinámicas de poder no democráticas que provocan graves injusticias en algunos casos, y pasividad y desinterés en muchos. Queremos una universidad justa, transparente y participativa. Justa porque sea activa contra el acoso, la opresión, los privilegios o cualquiera forma de abuso de poder. Transparente porque promueva el máximo conocimiento de los criterios, las dinámicas, los resultados y las decisiones. Y participativa porque impulse de forma decidida y deseada la implicación desde abajo de sus colectivos. Un ejemplo significativo en estos momentos sería el sufragio universal para la elección de rector.

4. De calidad. Este principio forma parte de la esencia misma de la institución. El método científico es ampliamente aceptado como el garante de un conocimiento riguroso. Sin embargo, los modelos de calidad que se imponen a la institución provienen de una visión empresarial. La universidad posee suficiente conocimiento y personal cualificado como para no asumir acríticamente modelos impropios de nuestra institución.

Particularmente, en relación con la docencia, es necesaria una profunda renovación didáctica de los contenidos y los métodos basada en experiencias reales y no en la diseminación de una nueva jerga pseudopedagógica y de una práctica burocrática que no trasciende al interior de las aulas.

La calidad no puede ser impuesta, sino que ha de emerger del compromiso y de los contextos reales. Si la universidad se nutre de trabajadores y trabajadoras que realizan su misión en precario y con medios insuficientes no podrá esperarse a cambio calidad en los resultados.

 

 

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