Las dos caras de la misma moneda...


Frenando - Posted on 23 October 2011

Desde que comenzó la agresión a Libia, tramada por occidente y camuflada de primavera árabe, la seguí con interés, porque tenía mucha relación con el zenit del petróleo, un tema que me preocupa desde hace años.

A pesar de la tremenda y unánime campaña de todos los medios de difusión occidentales (periódicos, televisiones, radios...) justificando la guerra con los derechos humanos, para mi, estaba claro desde el principio que esa agresión neocolonial tenía que ver con el interés occidental por controlar los recursos de uranio, agua y sobre todo petróleo, y no solo de Libia, sino de toda África.

De hecho ya Francia impulsó  una guerra del Chad (al que controlaba) contra Libia con la pretensión de que este corriera su frontera hacia el norte, y así tener acceso asus recursos, que se encuentran en el sur de Libia, en el Sahara. Pero le salió mal aquella vez.

Pero ahora el tema de los recursos, y sobre todo los petroleros, resultan de una urgencia vital para occidente, si pretenden -pretendemos- seguir como hasta ahora.

Hasta el 2005 la producción de petróleo crudo convencional aumentaba cada año, acompañando al crecimiento del PIB. Pero desde esa fecha se entró en un zenit tipo meseta ondulante que terminó por desencadenar la crisis financiera del 2008, y en cuya estela seguimos.

A la vista de las gráficas (facilitadas por el conforero Telecomunista en CE), pudiera parecer que no hay mucho problema, ya que la producción se mantiene más o menos estable, pero esa apreciación resulta engañosa, no es así, la producción del crudo de 2012 es más difícil y es de peor calidad que el de 2005. Resultado: como se gasta más energía en obtenerlo y refinarlo, la energía neta que proporciona es menor.

Por otra parte, los paises productores, al seguir creciendo, colocan menos crudo en el mercado, exportan menos, como se puede apreciar en la cuarta gráfica.

Así las cosas no es extraño que no se termine de salir de la crisis económica, de hecho, de esta crisis no se saldrá nunca, porque si está ocasionada por una meseta de producción petrolífera, ¿Que pasará cuando la producción empiece a declinar del orden de un 3% a un 5% anual como predice Hubbert?

Llevamos siete años de meseta, y el declive es inminente.

¿Que hacer ante esta situación? ¿Qué hacer, sobre todo, ante lo que se nos viene encima cuando empiece el declive?

Solo hay una opción razonable, y este magnífico artículo de Pedro Prieto nos lo explica muy bien, relacionandolo con el movimiento que se ha generado en los paises occidentales, cuando importantes sectores de la  población se ha dado cuenta de que están desmontando el "Estado de Bienestar".

Nota: no me resisto a hacer algún apunte o a resaltar alguna parte del texto en los dos artículos que traigo aquí. Estarán en verde para distinguirlos de los textos originales. El verde no es casual, es un reflejo de mi solidaridad impotente con los Libios, que son metáfora de lo que nos espera a todos, como no detengamos la suicida agonía de este capitalismo terminal.

 

Un mensaje a los indignados occidentales

Por Pedro Prieto Pérez

Creo que hay que celebrar que millones de personas se hayan levantado contra el orden establecido y empezado a exigir cambios del sistema. Es algo que no esperaba de esa forma y me alegra sobremanera.

Es verdaderamente relevante, que a pesar de la influencia de los medios controlados por el poder financiero, esa gran cantidad de gente en decenas de muy diversos países del mundo, se hayan manifestado pacíficamente exigiendo cambios que los mencionados medios no hubiesen jamás planteado. Esto significa que estos manifestantes son capaces de movilizarse, incluso con la información dominante y muy poderosa en contra, a pesar de que ahora dichos medios se ven obligados a conceder espacios a esta pacífica e incipiente revolución.

Hay signos muy positivos, entre otros, que la clase política empieza a ser dejada de lado, porque muchos de estos manifestantes ya se han dado cuenta de que esta clase está al servicio del poder financiero, simulando alternancias de falsa democracia (lo llaman democracia y no lo es, es uno de sus eslóganes).

Si bien en un principio, algunas marchas se dirigieron a los centros del supuesto poder político (Congreso de los Diputados, por ejemplo), lo importante es que ahora empiezan a dirigirse cada vez más hacia los verdaderos centros de poder: las bolsas donde los especuladores financieros juegan con los destinos del mundo, con la complicidad manifiesta de una clase política servil. Empiezan a dirigirse a instituciones financieras de carácter global dominadas por élites muy minoritarias y fuera de todo control verdaderamente democrático.

Empiezan a dirigirse a los bancos, que han sido los principales receptores de las gigantescas ayudas que la clase política, lacayos del poder financiero, ha colocado prioritariamente como receptores de gigantescas ayudas.

Todo esto resulta esperanzador, en un mundo que tiene visos de colapso funcional y sistémico, de generalizado fallo estructural.

Dado que los movimientos son incipientes, se les puede disculpar que muchas de las propuestas tengan carácter muy genérico y una voluntad de mejora muy clara, pero poco concreta y bastante superficial.

Por ello, creo que es esencial que tengamos una visión lo más concreta y medible posible. Si tenemos que darnos de bruces con la realidad de que hay que cambiar un modelo agotado, veamos cómo habría que hacerlo de la forma más general y elevada posible. Intentemos evitar creer que todo va a ser sencillo, y preparémonos para hacerlo aunque sea muy difícil y doloroso, sin por ello pensar que es imposible.

Por ello, creo que lo primero es analizar cómo está el mundo. Una visión muy completa en este sentido es la siguiente:

 

Si observamos detenidamente el mundo, veremos que existe una brutal desproporción en el reparto de la riqueza. Al analizar la distribución de energía por tipos, por persona en promedio y por regiones, vemos que sus consumos de energía se corresponden, de forma muy directa y proporcional con sus consumos de energía. El PIB y el consumo de energía están muy directamente relacionados.

Se observan varios aspectos que hay que considerar seriamente y poner sobre la mesa:

a) En primer lugar, que le mundo se rige por el injusto principio de Pareto, por el que el 80% de la Humanidad tiene que vivir con el 20% de los recursos del planeta, mientras el otro 20% de la Humanidad, que es fundamentalmente Occidente y los principales países de la OCDE, se está apropiando del 80% de los recursos planetarios, comenzando por la energía, que es el elemento esencial, junto con el poder económico y militar que sostiene este injusto sistema.

b) Que los prácticamente 7.000 millones de personas que poblamos el planeta tenemos un consumo promedio (la línea negra) que es unas 25 veces superior al consumo metabólico (la línea blanca) que exige una persona como mono desnudo. Esto no quiere decir que se esté proponiendo que se vuelva a la época de las cavernas. Simplemente constata el nivel de desarrollo y la enorme capacidad de transformación de la Naturaleza de nuestra sociedad contemporánea.

Las consecuencias que se pueden extraer de esta onerosa pero bastante indiscutible realidad, es que son el resultado de unos flujos impuestos de los ricos a los pobres, que producen estas desigualdades tremendas: los principales flujos energéticos y los principales flujos de materias primas resultan ir de los países pobres de este reparto desigual hacia los países ricos.

Paradójicamente, son los países pobres, los que entregan sus riquezas naturales, los que al final de un sistema injusto de distribución e intercambio desigual de la riqueza, determinan que sean estos países pobres lo que encima deben dinero a los ricos y se ven obligados a estar pagando deudas eternas, que ya empiezan a mostrarse impagables, incluso en algunos lugares periféricos de la parte supuestamente rica de esta sociedad mundial.

Una respuesta obvia de este intolerable sistema de intercambio desigual y desfavorecedor, es que como consecuencia de esta pobreza enfrentada a la riqueza, los grandes flujos humanos de las migraciones modernas, también se den desde las zonas de los desfavorecidos del mundo hacia las zonas con exceso de recursos.

El cinismo de los enriquecidos es de tal magnitud que llega a culpar a los pobres del flujo humano, pero no se pregunta nunca por el flujo de riqueza, tanto en productos energéticos como en materias primas y flujos financieros. A este respecto, la llamada Europa-Fortaleza y los Estados Unidos tienen mareas crecientes de opinión ciudadana que aplauden a políticos facinerosos y exigen que pongan en vigor leyes que eviten el último flujo migratorio, el humano, pero nunca cuestionan la injusticia flagrante del intercambio desigual de los demás flujos. Es más, incluso llegan a convencerse de que los países del Tercer Mundo (los pobres) “nunca pagan lo que deben” o que “hay que estar condonándoles las deudas” o que “siempre estamos ayudándolos”

Así las cosas, a un verdadero nivel mundial, conviene preguntarse hacia dónde ir y cómo mejorar las cosas, con algo más de detalle y fundamento del que implican muchas de las pancartas bienintencionadas de los indignados del mundo.

Pues bien, en el gráfico anterior se puede apreciar que el mundo, en su conjunto, ha sobrepasado largamente su capacidad de carga. Lo ha hecho en un 40% y el crece el desbordamiento en la capacidad de transformar y agotar los recursos del planeta Tierra.

Obviamente, de este desaguisado son responsables directos y evidentes los que más consumen y los que más energía queman para producir bienes y disfrutar de servicios, aunque de nuevo, aquí hay medios y movimientos occidentales, sobre todo afines al gran poder económico y financiero, que se las ingenian muy bien para intentar también echar la culpa de ser los más contaminantes a los más pobres.

Sin embargo, si se traza, por ejemplo, una curva de las emisiones de CO2 (uno de los subproductos de la actividad humana que ahora más preocupa a los científicos) por regiones y per capita, la curva resultante muestra, sin lugar a dudas, una identidad con la curva del PIB por esas mismas regiones; esto es, que los que más consumen, más contaminan y más destrozan el planeta, como no podía ser de otra forma.

Intentar, por ejemplo, que el mundo ascendiese al nivel de vida y al modo de vida europeo, implicaría que habría que aumentar matemáticamente hablando el consumo de energía más de dos veces y consiguientemente, en la misma proporción, la producción de bienes y la prestación de servicios, lo que dejaría al planeta en una situación de quiebra ambiental segura en muy poco tiempo. Si es que ello fuese posible, que desde el punto de vista de la producción energética posible, que sería exigible para este milagro económico de europeización del mundo, no lo es.

El sentido común, además de las matemáticas elementales, en este caso irrefutables, no deberían ni plantearse la posibilidad de que el mundo entero accediese por tanto al nivel de vida norteamericano, al clásico “American Way of Life”. Se deja aquí constancia física del esfuerzo a realizar para conseguir esta utopía: habría que conseguir multiplicar la producción de energía mundial entre cuatro y cinco veces, para que todos pudiéramos ser como los norteamericanos. Y el planeta estaría con una capacidad de carga sobrepasada entre 5 y 8 veces. Es decir, necesitaríamos todos esos mundos en nuestro mundo para llegar a ese nivel.

Por tanto, lo que resulta evidente de este gráfico, es que si se ha de producir una nivelación de la riqueza mundial, por mucho que le pese a los que todavía creen en más crecimiento y más actividad económica como salida a este desastre planetario, tiene que ser hacia abajo, no hacia arriba, porque esto último, aumentaría y aceleraría la degradación y el agotamiento creciente de los recursos base del planeta y no existe civilización que pueda sobrevivir al agotamiento de los recursos de los que vive.

¿Y cuánto habría que bajar, entonces, en los niveles de vida actuales, primero para llegar a tener un planeta mínimamente sostenible y más justo que hasta ahora?

habría varias respuestas matemáticamente correctas. Para alcanzar un planeta sostenible, según la calculada capacidad de carga o huella ecológica de nuestra sociedad mundial, habría que reducir la actividad económica y el consumo de energía en un 40 ó 50%.

Y esto, lógicamente, se puede hacer, por un lado, pensando en que todos bajen un 50% desde sus niveles actuales.

Pero parece más justo y razonable, desde un punto de vista humano, que los que más tienen, más reduzcan sus niveles. Eso implicaría que los occidentales tendrían que reducir, muy en primer lugar, sus niveles actuales entre un 60 y un 90% desde el nivel promedio actual de sus respectivas sociedades. Algo que está fuera de la conciencia, de las intenciones y de la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos occidentales, incluso de los uqe se muestran indignados con la situación actual.

Esto permitiría a una gran masa de población humana poder subir ligeramente sus actuales niveles de consumo, que es una forma de bienestar, aunque no todo, para salir, al menos, de las hambrunas, de las muertes prematuras y de las enfermedades perfectamente evitables o para escolarizar y alfabetizar a muchos cientos de millones.

Obsérvese lo trágico de este análisis: muestra, en toda la crudeza matemática posible, que la desigualdad mundial actual no es algo que se resuelva con la cesión del 0,7% del PIB de los países ricos, como se pide desde alguna ONG. No es ni siquiera la cesión de un 7% la que lo arreglaría. Es que sería del orden del 70% lo que los países ricos del planeta deberían ceder a los pobres del mundo.

Esto implicaría, en realidad, que los ricos dejasen de explotar como hasta ahora han venido haciendo de forma secular, a los pobres del mundo con sus perfeccionados engaños de intercambios desiguales, apoyados por la fuerza negociadora (que no excluye la presión o acción militar cuando se considera necesaria) basada en acuerdos comerciales indecentes y vejatorios para las partes humildes.

Muchos de los lectores, sobre todo viviendo en Occidente o en los países ricos de la OCDE y perteneciendo a una cierta clase media, llegados a este punto, pueden sentir un cierto desasosiego, al verse, de alguna forma, culpables de esta gigantesca trampa en que están metidos varios miles de millones de desposeídos del mundo.

Porque hasta ahora posiblemente pensaban que si los ricos (unos ciertos ricos o unos ciertos poderes financieros o políticos a su servicio) distribuían sus riquezas nominales, ello sería más que suficiente para arreglar los problemas de este mundo. Esto se podría ver de la siguiente forma:

En cada región del mundo y no sólo en los países desarrollados occidentales, existen minorías o élites que disponen de niveles de vida y acumulación indecente de recursos. Es decir lo mismo que en el mundo entero se da el principio de Pareto de una distribución desigual de la riqueza (el famoso 80/20 y 20/80), en cada región se produce algo similar.

Y los poderosos de cada región, cuando se ven de forma desagregada en cada una de ellas bajan todavía más el nivel de los bajos con sus elevadísimos niveles de consumo y de vida; con sus acumulaciones tremendas de capital dinerario y financiero. En el gráfico anterior, esto se dibuja de una forma teórica con colores más claros que rebajan el nivel de cada país o región, por culpa de las minorías de cada país que viven en la estratosfera. Por supuesto hay mundos intermedios de grises que harían el principio de Pareto algo más escalonado, si se incluyen las clases medias, existentes sobre todo en los países cuyos excedentes nacionales han permitido no sólo que las élites sigan en la estratosfera, sino que grandes masas de población hayan podido acceder a lo que se ha venido en denominar “el Estado del Bienestar”

Si bien es cierto que en los países desarrollados suele haber menor diferencia entre clases y un menor número porcentual de desposeídos o excluidos, lo cierto es que el mundo se asemejaría más a estas agujas lacerantes de minorías llenas de poder acumulado y grandes masas cifradas fácilmente en miles de millones, que quedan por debajo de los umbrales de lo mínimo humanamente digno.

Es evidente que los que postulan o postulamos que lo primero es desposeer a esas élites muy minoritarias (pero de hecho las que controlan el poder económico y militar) de ciertas riquezas acumuladas, tan insultantes e indecentes, saben que ello contribuiría a la mejora de las condiciones de vida de muchos millones de personas. De eso no cabe duda alguna; en algo contribuirían a aliviar o paliar el problema de los desheredados del mundo. Pero la triste realidad es que no es solo eso.

En los círculos de los indignados y de las personas con conciencia social, se sabe que pocas de las primeras fortunas del mundo acumulan más capital que el PIB de muchos de los países de la cola de los parias de la Tierra, que en estos gráficos aparecen a la izquierda.

La importancia de descabezar a estas privilegiadas élites radica en que con ellas se eliminaría de forma verdaderamente eficaz el problema que ellos mismos han creado obviamente con estas desigualdades. Por ello no es desdeñable exigir comenzar por este punto. Pero… hay aún algún que otro pero.

En primer y más importante lugar, el que la indecente riqueza que estos crápulas acumulan es más bien de tipo nominal o contable, más que física. Esto conviene explicarlo. En un mundo en el que el dinero se ha multiplicado mucho más rápidamente que los bienes físicos o los servicios realmente medibles que el dinero puede comprar, hay una conciencia clara de que si hubiese que repartir el dinero que nominalmente existe en manos de estas élites entre las grandes masas de población marginal, excluida y desheredada, con la supuesta sana intención de convertir ese capital especulativo en capital productivo, no habría mundo físico para responder al papel de ficción que estas élites acumulan.

Es decir, sus inmensas riquezas son obvias desde el punto de vista físico o material, pero desde el punto de vista financiero o dinerario, que es el que los contabiliza, son muchísimo más grandes; son tan estratosféricas como imposibles de materializar en algo tangible que alivie el sufrimiento humano en la medida que indican los billetes de banco o títulos que los papeles indican.

Hasta ahora, lo más sencillo, intuitivo o inmediato, es culpar a políticos, banqueros y financieros del desastroso estado de cosas de este mundo. Y los gráficos mostrados hasta ahora, lo que evidencian es una suerte de complicidad de los ciudadanos de Occidente. Sin duda, no les falta razón, porque son los que han dirigido el mundo hacia ese abismo, pero seguramente no es esa toda la razón.

Pero en segundo lugar y si las matemáticas no mienten, incluso en el supuesto de despojar a todas las élites, que conforman las onerosas agujas de consumo del último gráfico, de sus inmensas riquezas, el mundo todavía tendría que hacer un fuerte ejercicio de despojar a grandes masas burguesas (clases medias) de los países desarrollados de la derecha de los gráficos de una gran parte de sus niveles de consumo.

Y ahí es donde parece muy perdida, sea intencionalmente o no, la gran marea de “indignados” occidentales, que se pasean exigiendo a sus líderes nacionales que no destruyan su “Estado del Bienestar”, cuando es evidente que una buena parte de esos Estados del Bienestar se han construido con la sangre, el sudor y las lágrimas de los pobres del mundo, de los más.

Esta es la dolorosa reflexión final: que no basta con despojar a las élites de sus privilegios y no solo en una nación, sino en todo el mundo (lo que ya entra casi en el terreno de la utopía, dado que esas minorías son las que controlan el poder policial y militar, además del económico, para estrangular actividades con carácter masivo y a voluntad, dada la enorme dependencia de los mercados de los flujos monetarios que manejan en exclusiva), si lo ven necesario o preciso para mantener sus privilegios.

Es que incluso aunque se lograse esto, la tarea quedaría inconclusa: cambiar el sistema implica mayor justicia para los proletarios que creíamos ya no existían y siguen siendo la inmensa mayoría de muertos vivientes de este planeta. Implica que muchos de los ciudadanos de los países y regiones de la derecha, tendrían que despojarse de muchas de sus riquezas, hábitos y costumbres de consumo. Tendrían que hacer un mundo verdaderamente nuevo.

Los indignados occidentales, que al contrario que muchos de los indignados del Norte de África y de muchas partes pobres del mundo, no luchan como ellos, por poder acceder a una barra de pan que no pueden comprar, a agua potable o a una aspirina o un médico o un colegio para aprender a escribir, sino por no caerse de un “Estado de Bienestar” que se construyó de mala manera.

Nos han construido una historia, desde hace décadas, incluso desde las izquierdas occidentales, que ese “Estado del Bienestar”, era la consecuencia de largos años de luchas obreras y sindicales contra los patronos. Pero eso ha resultado ser, a la vista de estos gráficos, una verdad muy a medias.

Gran parte de ese “bienestar”, que se ha orientado sobre todo como consumo envuelto en alienación, se ha generado en base a la enorme y creciente capacidad de nuestras élites occidentales de exprimir al resto del mundo y ceder en sus propios nichos parte de ese bienestar a sus clases medias.

El abandono lamentable del internacionalismo proletario marxista, que ahora empieza de nuevo a llamar a la puerta con carácter verdaderamente global, fue uno de los coadyuvantes principales de este desaguisado que los gráficos representan.

Creíamos estar venciendo a los patrones al llegar a las 40 horas semanales y demás beneficios sociales en las minorías de la derecha de los gráficos y resultó que las conseguíamos porque el patrón podía exprimir de forma salvaje, con la ayuda de las élites cómplices de los países de la izquierda, a cinco por cada uno que conseguía beneficios en el confortable occidente. Y las más de las veces, con las privilegiadas clases obreras y clases medias occidentales haciendo la vista gorda ante estos criminales intercambios desiguales, porque podían sentir el confort que proporciona, aunque fuese de forma indirecta e interpuesta, disfrutar de esclavos a los que explotaba “otro”.

Poco hicieron o hicimos las clases medias occidentales para exigir menos consumo y derroche en nuestras propias sociedades y más bienes esenciales para todos los desposeídos de este mundo. Ahora puede ser el tiempo de volver a entender el concepto de internacionalismo proletario.

Harían bien los indignados occidentales en ponerse estos gráficos como lectura de cabecera. Ayudaría en mucho para saber que no hay que pedir más, sino que pedir menos.

Para las élites y en muchos casos, para nosotros mismos.

Pedro Prieto

Bien, con la lectura del artículo de Pedro Prieto, creo que habrá quedado claro que estamos en una nueva etapa de la humanidad. Hasta 2005, con una disponibilidad creciente de energía, nuestra civilización estaba jugando a un juego de suma positiva, podían ser ganadores todos, ya que esa disponibilidad creciente lo podía permitir. Desgraciadamente el sistema económico dominante, el capitalismo, impedía que esa situación fuese generalizada, ya que es un sistema económico que se alimenta de generar desigualdades.

Desde el 2005 estamos en un juego de suma cero, es decir, para que algunos ganen, otros deben de perder. Pero lo inminente es que entraremos pronto en un juego de suma negativa, en que la existencia de algún ganador, llevará al desastre a la inmensa mayoría.

Si occidente pretende seguir siendo "ganador", esta será la otra cara de la moneda:

Crimen de lesa humanidad en Libia

Por Stella Calloni

¿Se puede llamar triunfo de la democracia, la libertad, la razón, a la ejecución brutal del líder de un país, capturado herido, en un territorio arrasado por una invasión colonial, bombardeado día por día desde el 19 de marzo pasado por la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y por los mercenarios y tropas especiales extranjeras llevados por esta coalición de la muerte?

¿A esto y al asesinato de más de 70 mil personas, al asedio y bombardeo durante más de un mes sobre una ciudad pequeña como Sirte le llaman democracia, libertad y razón, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y otros europeos, entre ellos el ''socialista'' José Luis Rodriguez Zapatero de España, sin ningún pudor?.

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Sirte, ciudad de 70.000 habitantes, tras los bombardeos "humanitarios" de la OTAN

Sin olvidar las sonrisas de Nicolás Sarkozy o de Silvio Berlusconi, que hoy festejan en una Europa incendiada por la protesta cuyo futuro es oscuro y trágico, como toda vuelta atrás en la historia

Obama dijo también que espera ''la conformación de un gobierno interino''. Entonces ¿qué gobierno es el que reconoció junto a sus socios en la aventura colonial en agosto pasado y el que instó a reconocer en la última Asamblea de la ONU?.

¿El mismo que estaba conformado por escasos hombres libios, como mascarón de proa, mientras que la mayoría eran mercenarios de Al Qaeda y cuya bandera monárquica quedó flameando en ese recinto, para deshonra del mundo?.

Todo esto actuado bajo un falso ''humanitarismo'' para ''proteger'' los derechos humanos del pueblo libio, al cual los invasores masacraron sin piedad alguna, aplicando atroces torturas y asesinatos, incluyendo racistas, como lo denunció la propia Amnesty Internacional.

La calidad moral y humanitaria de los invasores ha sido claramente expuesta por los escasos seguidores de la verdad, mediante notas, videos, transmisiones directas como lo hace Telesur de Venezuela desde el terreno de los acontecimientos, periodistas verdaderamente libres si la libertad es sinónimo de verdad y desafío al discurso único maniqueo y brutal del imperio.

Es posible que a la izquierda ''moderna y ''superada'' no le guste la palabra ''imperio'', aunque no se sabe como le llamen a esto o qué definición existe que reemplace incluso a lo establecido en los diccionarios del mundo.

Lo que sucede en Libia es una invasión imperial-colonial, aprobada por Naciones Unidas, resistida con todo su derecho (universal por cierto) por el pueblo libio y su mejor dirigencia.

La inmoralidad quedaba asentada desde que el 23 de agosto pasado el llamado Consejo Nacional de Transición (CNT) de Libia -organización no creada por el pueblo, al que dejaron fuera de toda decisión, sino por las potencias invasoras- ofreciera pagar un millón 600 mil dólares y amnistiar a quien ''mate o entregue vivo'' al líder libio Muammar El Gaddafi.

Desde el momento en que el 19 de marzo pasado Francia y Gran Bretaña comenzaron a bombardear Libia con la OTAN detrás. adelantado la intervención en gran escala a partir del 31 de ese mes, la ''mano extranjera'' fue la ejecutora del plan maestro de Estados Unidos con el objetivo de apoderarse del petróleo, el gas, el oro, el agua, las reservas de más de 270 mil millones de euros, que ingenuamente Gaddafi creyendo en la ''decencia europea'' depositó en sus bancos.

Y detrás también está el proyecto estadounidense de golpear al euro, y de control de África, con la creación del Comando Africom, mediante un diseño absolutamente recolonizador y una extendida Doctrina Monroe, destinada a la colonización de América Latina en el siglo XIX (1823) y rescatada en pleno siglo XXI por el aspirante a candidato a la presidencia del Partido Republicano Mitt Romney, quien el pasado 7 de octubre sostuvo que Dios había creado a Estados Unidos para dominar al mundo y advirtió que su país ''debe conducir al mundo o lo harán otros''.

El pueblo europeo será también otro gran perdedor en esta y otras guerras. Los gobiernos de Europa sustentaron el diseño fascista del control del mundo que reconocen dirigentes como Romney en Estados Unidos, que es a la postre el país que se quedará con lo mejor en el reparto criminal de los restos de un país arrasado con el silencio cómplice del mundo. Hoy mismo por CNN había quienes exigían una actuación similar a la de Libia contra Cuba, Venezuela y otros países. El fundamentalista Romney no está solo en el país del Ku klux Klan y del Tea Party y los terroristas cubano- americanos de Miami que bien acompañan a los lobos aullantes del sistema.

Miles de bombardeos han arrasado la infraestructura moderna creada por Gaddafi en beneficio de su pueblo, al que sacó de las tinieblas del colonialismo y cuyo nivel de vida-reconocido por organismos internacionales- era el más alto de la región.

Ahora las empresas de los aliados de la OTAN se disputan también la ''reconstrucción'' del país que destruyeron, lo que será pagado con el dinero robado y saqueado a los libios.

Durante más de ocho meses los bombardeos mataron a miles de personas, dejando gravemente heridos y mutilados a otros miles mientras los mercenarios violaron a mujeres, torturaron y ejecutaron bajo atroces sufrimiento a una buena parte de la población negra y africanos que vivían en ese país. Y todo esto en una población de poco más de seis millones de habitantes.

¿Qué hará el fiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo ante los crímenes de lesa humanidad cometidos por los invasores de Libia?.

Quizás si accionara como corresponde remediaría en algo la ilegalidad de su actuación anterior al decidir el juzgamiento de Gaddafi y sus hijos cuando la OTAN bombardeaba Libia matando a uno de éstos y su familia, entre ellos tres niños.

Moreno Ocampo acusó a Gaddafi por un supuesto bombardeo contra manifestantes en Trípoli que nunca existió, todo a pedido de la ONU para tratar de crear un justificativo falso a su resolución 1973.

El coro de periodistas e intelectuales que repitió este discurso falso no sólo provino de la derecha colonial y tradicional aliada del poder hegemónico sino de algunos sectores de izquierda ''socialdemócrata'' -si puede haberla- o centroeuropeístas y de otros tan radicales que su pureza está más allá del bien y el mal, lo que finalmente sirve a las peores causas.

El brutal asesinato de Gaddafi televisado como un mensaje de terror demuestra de qué se trata la acción ''humanitaria'' del poder hegemónico en Libia.

El relato único para crear un consenso mundial sobre el tema Libia se desmorona, pero la impunidad que le aseguró el aterrador silencio de la comunidad internacional, salvo dignas y honrosas excepciones hará que ahora sea uno de los ''modelos de acción'' que se intente imponer sobre aquellos países del mundo en proceso de liberación o desobedientes a las órdenes de Washington.

O de Wall Street, como sea que sea la verdadera esencia imperial que avance en esta expansión sin fronteras en el mundo soñada por el más delirante fundamentalismo de las últimas décadas, en lo que también se esconden las decadencias, las crisis morales y económicas, los cantos de sirenas, que finalmente sólo son cantos fatuos y sirenas falsas.

En la lista de los ''próximos'' siguen varios países además de sus actuales intentos contra Siria y el burdo complot que le atribuyen a Irán, que hace aguas por todas partes, tanto que hasta fue cuestionado por congresistas de Estados Unidos.

Por lo pronto la alegría de los mercenarios que esperan repartirse el botín de la recompensa,que seguramente quedará en manos de sus jefes de las tropas especiales-tan criminales como ellos- de Estados Unidos, Francia Gran Bretaña y otros.

La realidad es que la OTAN ha creado un héroe, un mito, una leyenda que comenzará a andar por los caminos y las cuevas, por el desierto, por los silencios plagados de murmullos de un pueblo que llora a escondidas la muerte de su líder y de todos los que han perecido para que los invasores cumplan su objetivo de no dejar nada en pie, salvo los bienes por los que llegaron en nombre del ''humanitarismo''.

La resistencia heroica obligó a los atacantes a mostrarse ante el mundo cada vez más como fuerzas invasoras y se hizo evidente el uso de mercenarios llevados al lugar con la implicación que esto tiene para el pueblo libio.

Gaddafi ha pasado a la eternidad, porque su asesinato miserable, cobarde y cruel, termina convirtiendo al líder libio en un modelo de dignidad para la resistencia que habrá de continuar sobre escombros y cenizas, como sucede en Afganistán e Irak (diez años después en el primer país y ocho en el segundo) pero esencialmente sobre la memoria del genocidio de un pueblo que nunca olvidará y que nos reclama solidaridad.

 Stella Calloni

 

No hay que confundirse, el interés del  artículo de Stella Calloni no es debido a que describe bien lo que pasó. Lo importante del artículo es que nos permite intuir lo que está por venir. Ciertamente no es ninguna novedad para los que ya estábamos avisados desde el autoatentado de Nueva York del 11 de septiembre.  Cuando el declive comience, y a medida que se vaya pronunciando, no hay que hacerse ilusiones, a pesar de que no tenemos producciones significativas de petróleo ni de gas, nos pillará de lleno. De hecho, ya estamos pillados, tras la servil entrada en el escudo antimisiles de la OTAN. ¿Qué pasará cuando la escasez de recursos energéticos y de todo tipo (ya que los demás recursos requieren energía para su extracción) lleve a las potencias dominantes a enfrentarse por ellos?

Sólo si la gente toma el control del decrecimiento (porque decrecimiento lo habrá, de forma racional o de forma natural: con guerras, hambrunas y epidemias) y se convierte en un proceso racional y solidario, podremos ver el futuro con optimismo.

Y nosotros/as, como profesores y profesoras, debemos de aportar nuestro grano de arena en ese sentido. En las aulas impartiendo una docencia crítica (hay que hacer frente a falsimedia),  solidaria y por el decrecimiento. Como profesionales y trabajadores potenciando la autoorganización y las organizaciones de base, si esperamos que desde arriba nos vayan a solucionar el problema vamos apañados. Y a nivel político, exigiendo un democracia radical, el acercamiento a la gente de las decisiones, exigiendo el decrecimiento excepto en los logros sociales, justo lo contrario de lo que está sucediendo.

Fernando Ballenilla


 

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