Profesores sevillanos recaudan dinero para publicar un manifiesto contra la enseñanza tradicional


rporlan - Posted on 16 November 2008


El correo de Andalucía, 15 /11/2008

D. Cela

Un grupo de profesores de Sevilla, encabezados por un catedrático de la Facultad de Educación, está recaudando dinero vía internet para publicitar un manifiesto que carga contra el modelo tradicional de enseñanza. Al describir ese modelo, cuestionan que muchos de los contenidos obligatorios que ellos enseñan en Primaria y ESO sirvan realmente para algo.
¿Quién es capaz de decir públicamente que las derivadas no le sirven para nada a un estudiante de Matemáticas en Secundaria? ¿O que un alumno de Lengua no tiene por qué saber descifrar el sintagma predicado de una oración? Seguramente un estudiante de letras firmaría lo primero, y uno de ciencias lo segundo. Aparte de esos dos chavales, un grupo de profesores sevillanos, vinculados a un equipo de investigación pedagógica de la Facultad de Educación de la Hispalense, ha elaborado un manifiesto que critica el modelo tradicional de la escuela de hoy y propone “limpiar el currículo obligatorio de Primaria y Secundaria de contenidos innecesarios”.
Hasta ayer, 1.713 profesores, estudiantes, titulados de Magisterio y padres de alumnos habían firmado el llamado manifiesto pedagógico, que se colgó de una web de la Facultad de Educación a principios de este mes. El documento, titulado No es verdad, quiere desmentir las críticas más recurrentes que recibe la escuela: “Los niveles de exigencia han bajado; los alumnos de ahora son peores que los de antes; los profesores saben mucho de pedagogía, pero poco de contenidos”. En este punto, su discurso coinciden con el de la Consejería de Educación. Pero, por otra parte, el manifiesto también arremete contra “el academicismo del profesor” y “el aprendizaje mecánico del alumno” que se perpetúa de año en año.
“El verdadero fracaso escolar es el aprendizaje a corto plazo: estudian para el examen, memorizan, aprueban, pero no se enteran de nada. Incluso si sacan buenas notas, cómo le dices a sus padres: su hijo no ha aprendido nada, mañana lo habrá olvidado todo”, dice Rafael Porlán, catedrático de Didáctica de la Hispalense, y uno de los principales autores del manifiesto. La crítica que hacen estos docentes no recae sólo en la política educativa. Si no se enteran de nada es porque no les interesa o porque los profesores no se lo hacen interesante. Y aquí es donde aparece una de las explicaciones más peliagudas del manifiesto. “¿Para qué sirven las derivadas en Matemáticas?”, se pregunta Porlán, “¿para qué sirve en la vida diaria un logaritmo?”. “En la escuela obligatoria hay que desarrollar el pensamiento matemático, y las derivadas, hasta después de Secundaria, no sirven para nada”, explica. 
La idea de que la educación obligatoria “debería formar a la sociedad en una cultura básica común” no es revolucionaria. Giner de los Ríos defendió ese mismo principio, y los Movimientos de Renovación Pedagógica, en los sesenta, también lo hicieron. Es necesario leer comprensivamente y expresar ideas por escrito, pero no es esencial que un chaval de 15 años se sepa de forma mecánica la biografía de Santa Teresa de Jesús. Es importante que un chaval sepa relacionar la fotosíntesis con su propia respiración, y no tanto que pueda recitar de memoria la tabla periódica de los elementos.
Hay un sector del profesorado –ayer habían firmado el manifiesto 1.713 personas, incluidos padres y alumnos– que está convencido de que “con este modelo de escuela, los niños no aprenden”. Y no se refieren a la ley, porque ha habido muchas, (una acaba de aprobarse), sino a la forma de enseñar. “Antes era menos llamativo porque la cultura de la escuela y la del niño no eran tan distintas”, dice Porlán. Antes, la cultura no era tan interactiva: no había tantos ordenadores, no había videojuegos con recreaciones virtuales, los chavales no podían buscar información en internet, no podían comunicarse con un móvil mientras andaban por la calle... Todo ese mundo acelerado, informático y virtual, del que el niño puede participar activamente contrasta con su llegada a la escuela, el momento en el que se sienta en clase a escuchar durante cinco horas seguidas la lección de un profesor. 
En muchas aulas eso no ha cambiado, de hecho, “querer educar de una forma diferente, arriesgada, a veces, te enfrenta a compañeros que no quieren soltar el libro de texto porque sin él se sienten inseguros”, dice Pepe Martín, profesor en Nervión, y coautor del texto. El problema de dictar en clase es que, ahora, la irritabilidad del niño es mucho mayor, y su impaciencia es directamente proporcional a su capacidad para perder la concentración en clase y aburrirse. 
Hasta ayer, el manifiesto había logrado recaudar 2.234 euros. El dinero, dicen sus promotores, lo necesitan para publicitar el texto a escala nacional. La mayoría de profesores vinculados a este memorándum tiene relación con la Red de Investigación y Renovación Escolar (Red IRES), un equipo de trabajo que busca reformar la didáctica y la pedagogía desde las aulas y que critica a la consejería por intentar “normativizar cualquier propuesta de cambio en la escuela”. “En vez de generalizar los incentivos económicos al profesorado, la Administración debería crear contratos-programa individuales con cada centro. Debería preguntar a cada colegio: dime qué necesitas y qué quieres conseguir”, propone Porlán. Pero el profesorado es muy heterogéneo. Algunos levantarían la mano para responder a esa pregunta. Y otros esconderían la mirada en el libro de texto.

 

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